La aparente simplicidad de un artista que alcanza su madurez (2010)

En el caso de Mantero el color asume además un valor tan dominante (blancos, naranjas, amarrillos, verdes, rojos) que su primer impacto sobre el observador se ejerce a través del fulgor de su paleta, que parece iluminar la sala en donde cuelgan sus obras.

El gozoso estallido cromático en los trabajos de Mantero, nos es únicamente un desacostumbrado placer visual, sino también un acto de libertad personal y de soltura que denota el deleite del artista en esa ejercitación, así como su voluntad de derrocar cortedades ambientales en la materia.

El papel que Mantero confiere al color como recurso de seducción, resulta tan imperioso que su disfrute antecede a todo examen de las obras, en las que sin embargo el ojo puede internarse hasta descubrir las siluetas humanas que se mimetizan con la red de líneas, camufladas bajo esa maraña, o las procesiones en miniatura (de insectos o de hombres, según los casos) circulando por el ramaje para poblarlos disimuladamente.

Nacido en 1956, Mantero alcanza con su propuesta uno de los sellos más interesantes de la madurez en cualquier oficio: el de la aparente sencillez con que un trabajo consigue cautivar al público.